lunes, 18 de junio de 2012

ARTÍCULO DE INTERÉS: Malvinas, YPF, Slim y el mito del aislamiento.

Carlos Slim, el hombre más rico del planeta, entró en la YPF renacionalizada, casi al mismo tiempo que Cristina cosechaba apoyo y aplausos en la ONU por Malvinas. Dos hechos, una misma certeza: la Argentina no se cayó del mundo. 
Además: quién es el magnate mexicano y por qué decidió apostar a nuestro país. ¿Se viene el eje México, Brasil, Argentina? 

El mito del aislamiento mundial de la Argentina que la derecha local agita como periódico fantasma recibió esta semana dos duros golpes: la visibilidad que adquirió el reclamo de diálogo argentino por Malvinas ante la ONU y el ingreso de Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, como accionista de la YPF renacionalizada.

Casi al mismo tiempo que Cristina Kirchner formulaba un discurso impecable ante el Comité de Descolonización de la ONU, Slim decidía quedarse con el 8,4% de las acciones de YPF, conducida por el Estado argentino. El gesto es importante si se considera que el proceso de recuperación de la soberanía energética fue boicoteado y calificado como “confiscatorio” por la española Repsol y sus voceros pagos en nuestro país y el exterior, tratando de generar una corriente de opinión adversa de pretendida escala internacional bajo el eje de la “inseguridad” jurídica. Es de lógica elemental que ningún hombre de negocios invertiría su plata allí donde puede perderla. Y Slim, el dueño de Telmex en México y de Claro en la Argentina, es uno de ellos. No cualquiera, además. Es el más rico, es decir, traducido al lenguaje del poder y del dinero, el más capaz entre los suyos. En este caso, invirtiendo en la principal empresa nacional, confiando a su vez en el manejo del gobierno kirchnerista al que Clarín y La Nación castigan diariamente con los argumentos catastróficos del establishment, que ven chavismo donde apenas hay un Estado presente. Se ve que Slim no lee esos diarios. O, directamente, no les lleva el apunte porque, todo indica, no parece haber cedido al chantaje espanta-inversores. Más bien ocurrió lo contrario.

¿Cómo puede ser que el gobierno del país considerado de los peores alumnos del Consenso de Washington, el que hundió el ALCA en Mar del Plata y además, en teoría, avanza como tromba sobre el derecho de propiedad sea, en simultáneo, percibido como confiable para sus inversiones por un multimillonario? ¿No será exagerado el discurso que alimentan los consultores económicos que ven a nuestro país caído del mapa? Y esa exageración, ¿será producto de que se quedaron en el ’95 y no entienden el mundo que viene?; ¿o será una manera de encubrir sus intereses políticos concretos, revistiéndolos de neutrales matemáticas? Por ejemplo, Carlos Melconian: a esta altura, con lo de Slim no debe entender nada. Tanta prédica liberal como consultor “independiente” en los canales amigos para que, al fin de cuentas, un megaempresario desoiga sus supuestos abismales repetidos en cadena nacional por TN y América TV. O quizá sí entienda Melconian y simplemente haga su juego, precisamente, por lo que TN y América TV ocultan cuando lo presentan desde sus zócalos: Melconian hace campaña junto a Miguel Del Sel para el PRO por las provincias litoraleñas. Sus análisis económicos están interferidos por sus ganas de que el kirchnerismo fracase, única posibilidad de que su jefe político, es decir, Mauricio Macri, se convierta en un candidato con alguna chance. En definitiva, no dice lo que ve, sino lo que su candidato quiere escuchar. Por eso mismo, quizá su opinión haya dejado de ser influyente sobre cierto tipo de empresario que apuesta a leer las oportunidades con sus propios ojos y no por los de un vaticinador funesto que sueña ser designado en un fututo incierto como ministro de Economía de un gobierno improbable. Tal cual está el mundo hoy, Carlos Slim puede invertir en la Argentina pero resulta casi de ciencia ficción que Melconian recale en el Palacio de Hacienda. Algo ocurre, para los que quieran verlo, claro.

Volviendo a la ONU, Cristina Kirchner reveló en su ponencia que durante el tercer gobierno de Juan Domingo Perón, Inglaterra había aceptado secretamente la soberanía compartida en Malvinas. Fueron negociaciones que comenzaron en 1973, se enfriaron con la muerte del general y quedaron definitivamente rotas con el golpe cívico-militar de 1976. Ahora que David Cameron militariza la zona y se niega a sentarse a hablar sobre los derechos argentinos, es un argumento poderoso. Para la mayoría de la comunidad internacional, este avance diplomático era desconocido. El pedido de retomar el diálogo en ese punto no sólo es atendible: pone al Reino Unido en una situación de negativa casi ridícula. Hablaron con el Perón reelecto en las urnas de los ’70, guerrearon con la dictadura genocida, y hoy que la Argentina está al borde de cumplir 30 años de democracia ininterrumpida, se niegan a sentarse a la mesa de negociaciones, optando por una escalada bélica en la región que sólo produce reproches en América Latina, incluso, de un viejo aliado británico como Chile, que ante la ONU, apoyó sin fisuras el reclamo nacional.