Carlos Slim, el hombre más rico del
planeta, entró en la YPF
renacionalizada, casi al mismo tiempo que Cristina cosechaba apoyo y aplausos
en la ONU por
Malvinas. Dos hechos, una misma certeza: la Argentina no se cayó del
mundo.
Además: quién es el magnate mexicano y
por qué decidió apostar a nuestro país. ¿Se viene el eje México, Brasil,
Argentina?
El mito del aislamiento mundial de la Argentina que la derecha
local agita como periódico fantasma recibió esta semana dos duros golpes: la
visibilidad que adquirió el reclamo de diálogo argentino por Malvinas ante la ONU y el ingreso de Carlos
Slim, el hombre más rico del mundo, como accionista de la YPF renacionalizada.
Casi al mismo tiempo que Cristina
Kirchner formulaba un discurso impecable ante el Comité de Descolonización de la ONU , Slim decidía quedarse con
el 8,4% de las acciones de YPF, conducida por el Estado argentino. El gesto es
importante si se considera que el proceso de recuperación de la soberanía
energética fue boicoteado y calificado como “confiscatorio” por la española
Repsol y sus voceros pagos en nuestro país y el exterior, tratando de generar
una corriente de opinión adversa de pretendida escala internacional bajo el eje
de la “inseguridad” jurídica. Es de lógica elemental que ningún hombre de
negocios invertiría su plata allí donde puede perderla. Y Slim, el dueño de
Telmex en México y de Claro en la
Argentina , es uno de ellos. No cualquiera, además. Es el más
rico, es decir, traducido al lenguaje del poder y del dinero, el más capaz
entre los suyos. En este caso, invirtiendo en la principal empresa nacional,
confiando a su vez en el manejo del gobierno kirchnerista al que Clarín y La Nación castigan diariamente
con los argumentos catastróficos del establishment, que ven chavismo donde
apenas hay un Estado presente. Se ve que Slim no lee esos diarios. O,
directamente, no les lleva el apunte porque, todo indica, no parece haber
cedido al chantaje espanta-inversores. Más bien ocurrió lo contrario.
¿Cómo puede ser que el gobierno del
país considerado de los peores alumnos del Consenso de Washington, el que
hundió el ALCA en Mar del Plata y además, en teoría, avanza como tromba sobre
el derecho de propiedad sea, en simultáneo, percibido como confiable para sus
inversiones por un multimillonario? ¿No será exagerado el discurso que
alimentan los consultores económicos que ven a nuestro país caído del mapa? Y
esa exageración, ¿será producto de que se quedaron en el ’95 y no entienden el
mundo que viene?; ¿o será una manera de encubrir sus intereses políticos
concretos, revistiéndolos de neutrales matemáticas? Por ejemplo, Carlos
Melconian: a esta altura, con lo de Slim no debe entender nada. Tanta prédica
liberal como consultor “independiente” en los canales amigos para que, al fin
de cuentas, un megaempresario desoiga sus supuestos abismales repetidos en
cadena nacional por TN y América TV. O quizá sí entienda Melconian y
simplemente haga su juego, precisamente, por lo que TN y América TV ocultan
cuando lo presentan desde sus zócalos: Melconian hace campaña junto a Miguel
Del Sel para el PRO por las provincias litoraleñas. Sus análisis económicos
están interferidos por sus ganas de que el kirchnerismo fracase, única
posibilidad de que su jefe político, es decir, Mauricio Macri, se convierta en
un candidato con alguna chance. En definitiva, no dice lo que ve, sino lo que
su candidato quiere escuchar. Por eso mismo, quizá su opinión haya dejado de
ser influyente sobre cierto tipo de empresario que apuesta a leer las
oportunidades con sus propios ojos y no por los de un vaticinador funesto que
sueña ser designado en un fututo incierto como ministro de Economía de un
gobierno improbable. Tal cual está el mundo hoy, Carlos Slim puede invertir en la Argentina pero resulta
casi de ciencia ficción que Melconian recale en el Palacio de Hacienda. Algo
ocurre, para los que quieran verlo, claro.
Volviendo a la ONU , Cristina Kirchner reveló
en su ponencia que durante el tercer gobierno de Juan Domingo Perón, Inglaterra
había aceptado secretamente la soberanía compartida en Malvinas. Fueron
negociaciones que comenzaron en 1973, se enfriaron con la muerte del general y
quedaron definitivamente rotas con el golpe cívico-militar de 1976. Ahora que
David Cameron militariza la zona y se niega a sentarse a hablar sobre los
derechos argentinos, es un argumento poderoso. Para la mayoría de la comunidad
internacional, este avance diplomático era desconocido. El pedido de retomar el
diálogo en ese punto no sólo es atendible: pone al Reino Unido en una situación
de negativa casi ridícula. Hablaron con el Perón reelecto en las urnas de los
’70, guerrearon con la dictadura genocida, y hoy que la Argentina está al borde
de cumplir 30 años de democracia ininterrumpida, se niegan a sentarse a la mesa
de negociaciones, optando por una escalada bélica en la región que sólo produce
reproches en América Latina, incluso, de un viejo aliado británico como Chile,
que ante la ONU ,
apoyó sin fisuras el reclamo nacional.