El primer día de sesiones de la
cumbre del G-20 reflejó la preocupación que existe de un extremo al otro del
mundo por la evolución de la crisis internacional. Ya ni siquiera se escuchan
frases gastadas como “lo peor ya pasó” o “somos optimistas por el futuro”, que
los presidentes usaban como escudo en encuentros anteriores. Ese estado de
incertidumbre fue reflejado por la mayoría de los mandatarios. Incluso la
alemana Angela Merkel evitó insistir con su prédica pro ajuste y eligió un
camino más moderado.
“Nos venimos juntando desde 2008 y no pudimos evitar que
se perdieran cincuenta millones de empleos”, reflexionó Cristina Fernández de
Kirchner cuando le tocó el turno. Habló durante nueve minutos, tres más que el
tiempo asignado para cada presidente, tal vez una concesión por ser una de las
pocas jefas de Estado que se sostuvieron en el poder a pesar del huracán
económico que barrió con oficialismos de derecha a izquierda. CFK y la
brasileña Dilma Rousseff habían acordado por la mañana, en una reunión a solas,
unificar la posición del Mercosur para lograr mayor potencia con su
mensaje. Así lo hicieron después en el plenario con el resto de sus pares. Esa coincidencia en el diagnóstico las llevó a dar un paso más: resolvieron
coordinar políticas de protección del mercado regional ante lo que avizoran
será un agravamiento de los problemas en Europa, con la consecuente presión por
trasladar la crisis a esta zona.
La primera evaluación que hizo el
gobierno argentino sobre lo que está ocurriendo en esta cumbre es que se
percibe un cambio de discurso. “Los líderes expresaron su preocupación por la
marcha de la economía”, contó el canciller Héctor Timerman luego de las
sesiones de la tarde.
En la reunión entre Fernández de Kirchner y
Rousseff, que se extendió por cincuenta minutos, las presidentas coincidieron
en que hoy por hoy las perspectivas son negativas. “Esto ya lleva cuatro años y
no se ve la salida. No hay un plan. Nadie puede asegurar que el año que viene
estaremos mejor”.
Lo que se advierte,
continuaron, es una presión cada vez mayor para que países en desarrollo abran
sus mercados. De ahí las referencias críticas al proteccionismo, en momentos en
que las naciones desarrolladas tienen excedentes que buscan colocar en otros
países. “Tenemos que protegernos juntas. Hay una guerra de monedas que intenta
castigarnos”, señaló Dilma a Cristina, según relató una de las personas a quien
la presidenta argentina transmitió el resultado de esa charla. “Parece el
blindaje de Argentina. Cada vez ponen más plata en los rescates y la respuesta
de los mercados no cambia”, agregó.
CFK hizo eje en ese punto ante el
resto de presidentes del G-20. Cuestionó el “círculo vicioso” que se está
operando en Europa: fuga de capitales de las naciones periféricas, como Grecia
o España, hacia centros financieros como Alemania e Inglaterra, y vuelta de
esos recursos al lugar de origen, pero transformados en deuda a altas tasas de
interés. Por eso pidió la reestructuración de los pasivos de los países que no
pueden afrontarlos, pero reclamó que se lo haga con consenso internacional y no
dejándolos a la deriva, como ocurrió con la Argentina en 2001. En
ese punto, mencionó que este año el gobierno nacional terminará de cancelar el
Boden 2012, una herencia del corralito de Domingo Cavallo.
Vía pagina12.com.ar