El librito, editado por el Ministerio de Cultura y Educación de
De pedir comedor universitario a poner bombas eran dos estaciones de subte. Y el subte funcionaba. Había que detenerlos antes de que fuera tarde.
Pero los temibles sadomarxistas no se conformaban con adoctrinar universitarios subversivos. Insaciables, iban también a los secundarios, a los primarios e inclusive a los jardines. ”El accionar subversivo se desarrolla a través de maestros ideológicamente captados que inciden sobre las mentes de los pequeños alumnos, fomentando el desarrollo de ideas o conductas rebeldes, aptas para la acción que se desarrollará en niveles superiores”, explicaba el librito blanco. Y seguía: “La comunicación se realiza en forma directa, a través de charlas informales y mediante la lectura y comentario de cuentos tendenciosos editados para tal fin. En este sentido, se ha advertido en los últimos tiempos, una notoria ofensiva marxista en el área de la literatura infantil”. Las investigaciones de los inteligentes de la inteligencia del Ministerio habían permitido detectar el mensaje subversivo oculto en las páginas de El principito, del sadomarxista francés Antoine de Saint-Exupéry, y también en el cuento infantil Un elefante ocupa mucho espacio, de la sadomarxista argentina Elsa Borneman, que fueron prohibidos. Inclusive en los libros didácticos destinados a las llamadas ciencias duras, los agentes bondage metían la cola, como en el caso del libro La cuba electrolítica, que fue quemado a tiempo antes de que pudiese ser usado en las clases de Física para difundir las peligrosas ideas de Fidel Castro entre los incautos prepúberes.
Pero los temibles sadomarxistas no se conformaban con adoctrinar universitarios subversivos. Insaciables, iban también a los secundarios, a los primarios e inclusive a los jardines. ”El accionar subversivo se desarrolla a través de maestros ideológicamente captados que inciden sobre las mentes de los pequeños alumnos, fomentando el desarrollo de ideas o conductas rebeldes, aptas para la acción que se desarrollará en niveles superiores”, explicaba el librito blanco. Y seguía: “La comunicación se realiza en forma directa, a través de charlas informales y mediante la lectura y comentario de cuentos tendenciosos editados para tal fin. En este sentido, se ha advertido en los últimos tiempos, una notoria ofensiva marxista en el área de la literatura infantil”. Las investigaciones de los inteligentes de la inteligencia del Ministerio habían permitido detectar el mensaje subversivo oculto en las páginas de El principito, del sadomarxista francés Antoine de Saint-Exupéry, y también en el cuento infantil Un elefante ocupa mucho espacio, de la sadomarxista argentina Elsa Borneman, que fueron prohibidos. Inclusive en los libros didácticos destinados a las llamadas ciencias duras, los agentes bondage metían la cola, como en el caso del libro La cuba electrolítica, que fue quemado a tiempo antes de que pudiese ser usado en las clases de Física para difundir las peligrosas ideas de Fidel Castro entre los incautos prepúberes.
“El accionar ideológico se intensifica con la mayor edad de los niños en los últimos años del ciclo primario, tendiente a modificar la escala de valores tradicionales (familia, religión, nacionalidad, tradición, etc.) sembrando el germen para predisponerlos subjetivamente al accionar de captación que se llevará a cabo en los niveles superiores”, explicaba el librito, y advertía la presencia en nuestras escuelas de docentes marxistas, preceptores marxistas y pizarrones marxistas. ¡Hasta la sopa de los comedores era marxista y había que denunciarla a las autoridades!
Por suerte, pronto confirmé que en mi secundario también había sadomarxistas. Para mí hubiese sido una frustración, después de leer el librito que la bibliotecaria me regaló, no encontrarme con ninguno de esos cucos y poder mirarlos de cerca, ver cómo eran, arriesgarme a que me llevaran a poner bombas. Al final, yo también quería más presupuesto universitario y más libertad de expresión y también había leído El principito, que me lo regalaron mis viejos, conocidos delincuentes subversivos marxistas.
Los encontré, claro. Había de varios colores. Franja Morada, el PC, el MST, anarcos. Tenían entre 20 y 30 años y venían a reuniones del centro de estudiantes, o nos esperaban en la puerta de la escuela y nos invitaban a tomar un café en la esquina. Algunos eran profesores o preceptores, como decía el librito. Otros eran hermanos mayores de algunos alumnos, o simplemente amigos. Traían el diario del partido, lo discutíamos. Me acuerdo que al del MST, que en ese momento lideraba el sadomarxista Luis Zamora, yo le discutía párrafo por párrafo, hasta que creo que un día se dio cuenta que no me iba a afiliar nunca, menos hablándome de la importancia de la lucha de los obreros de una fábrica de Yugoslavia contra la burocracia estalinista y el debate ideológico sobre la revolución rusa en el último congreso de
Mi abuelo decía que Jorge Pereyra era un “tataranieto de puta”, pero el hijo a mí me caía bien. Los de la Franja Morada eran los más inteligentes, sin dudas, hablaban castellano y conversaban con nosotros sobre temas que nos interesaban y nos afectaban más directamente. Un preceptor infiltrado por el sadomarxismo de la Juventud Radical los ayudaba, y nos reuníamos con un grupo de aprendices de subversivos en el recreo. Peronismo no había, porque en esa época el peronismo era Menem, y Menem era mala palabra.
No hay nada de lo que leo en
Eran jóvenes que militaban y creían en lo que estaban haciendo. Nosotros los respetábamos y ellos nos respetaban. Claro que querían afiliarnos y que algún día militáramos con ellos, pero no había engaño. Nunca milité en el PC, ni en el MST, ni en
Por eso, ahora que el ministro de Educación del Gobierno de
Muchas gracias, en serio.
Y muchas gracias —ojalá me esté leyendo— a la bibliotecaria de mi secundario, por haberme regalado ese librito que me permite identificar y reconocer el origen de las ideas de los tipos como Esteban Bullrich.
Por Bruno Bimbi (34) - es periodista, profesor de portugués, máster en Letras por