Los
sectores más humildes de la
Argentina guardan en su memoria el inicio del mes de Julio
como una fecha de luto y dolor. El primero de julio de 1974, la muerte de Juan
Domingo Perón los transformó en huérfanos políticos y dio inicio a una de las
etapas más sangrientas de la historia nacional.
Hace 38 años,
un lunes con cielo encapotado de lluvia y un frío propio del invierno, fueron
el preludio del clima político que la mayoría del pueblo argentino padecería en
los años siguientes, con una escalada de violencia que tuvo su pico máximo
durante la última dictadura cívico militar.
El
anuncio por cadena nacional a las 14.05 informando que Perón había "pasado
a la inmortalidad", y el llamado a un paro de homenaje de la CGT , efectuado por su
secretario General, el textil Adelino Romero, dejaron paso a una masiva
presencia del pueblo en las calles.
Hasta
los empresarios de la
Confederación General Económica (CGE) convocaron a sumarse al
duelo y a los actos de homenaje, que se iniciaron el martes 2 con una misa de
cuerpo presente en la
Catedral y siguieron hasta el jueves 4 con la capilla
ardiente instalada en el Congreso.
Poco
les importó a quienes esperaban agazapados su muerte, la tremenda manifestación
popular. Las interminables cuadras de fila que debieron soportar los más
humildes, en muchos lapsos bajo la lluvia, para dar su saludo final al líder en
su féretro y ataviado con uniforme militar de gala.
Las
estimaciones de esa época hablan de unas 135.000 personas que pudieron ingresar
al Congreso para saludar a su jefe político, en las 46 horas habilitadas para
eso. Otras 500.000 quedaron en las calles sin poder entrar.
La
historia recuerda que en esa oportunidad, el caudillo radical, Ricardo Balbín,
pronunció frente al féretro su histórica frase de unidad nacional también
desoída por la reacción: "Este viejo adversario viene a despedir a un
amigo".
El
protagonismo popular y la generosidad de Balbín fueron en vano. Los sectores
autoritarios y golpistas tenían objetivos claros. El retroceso de las
conquistas sociales y la represión a los sectores populares organizados.
El
fallecimiento de Perón, el político más importante de la Argentina en el Siglo
XX, marcó así el fin de las conquistas y el comienzo de la ofensiva
antinacional.
Los
derechos sociales que Perón había establecido a partir de 1945, y que aún se
mantenían a su muerte pese a los 17 años de proscripciones y dictaduras,
entraron en una etapa definitiva de conculcaciones, que no sólo abarcaron a los
gobiernos de facto sino también, ya en democracia, al período neoliberal de los
´90.
Perón
había regresado al país con premisas de unidad nacional. Su consigna aggiornada
hablaba de que "Para un argentino no hay nada mejor que otro
argentino", y de que "A este país lo arreglamos entre todos o no lo
arregla nadie".
Incluso
en su último discurso público el 12 de junio de 1974, en un acto improvisado y
en una Plaza de Mayo colmada sin que se hayan movilizado los aparatos políticos
o sindicales, hizo un llamado a entender que su "único heredero es el
pueblo".
Sin
embargo, su muerte no dejó al frente del Poder Ejecutivo a sectores populares
organizados sino a su viuda, María Estela Martínez, tutelada de cerca por José
López Rega, quien desde los depósitos del Ministerio de Bienestar Social puso
en marcha los grupos parapoliciales de la tristemente célebre "Triple
A".
El
"Luche y Vuelve" que se convirtió en sinónimo de militancia para el
regreso del líder desde su exilio, se transformó en el "Perón Vive"
de los grupos que resistieron la violencia del "lopezrreguismo",
primero, y de la dictadura genocida, después.
El
peronismo, como organización política articuladora de las reivindicaciones
populares, debió enfrentar en los años subsiguientes la persecución, la cárcel,
las desapariciones de miles de militantes y la defección de algunos dirigentes
cooptados por intereses neoliberales y conservadores.
Quince
años le demandó al peronismo su reorganización interna antes de volver a llegar
al Gobierno, y aún en ese caso debió sobrevivir a un período en el que una
conducción, supuestamente justicialista, puso en marcha políticas de
privatizaciones y ajuste todavía más duras que las de la dictadura.
Sin
embargo, tras la hecatombe económica del 2001-02, el peronismo siguió
mostrándose como la herramienta más apta utilizada por el pueblo argentino para
superar sus crisis y lograr sus reivindicaciones.
De su seno
surgieron Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, así como los
cientos de miles de jóvenes que a partir de su llegada al Gobierno, en 2003
-casi tres décadas después de la muerte de Perón-, vuelven a reivindicarse
peronistas en pleno siglo XXI.
La
muerte del fundador del Justicialismo sigue siendo una fecha de luto para los
sectores populares, pero las actuales políticas de industrialización y
distribución de la riqueza, más la recuperación de derechos y los jóvenes en las
calles, hablan de que la vieja consigna de "Perón Vive" sigue
vigente.
Por Roberto
Lago Vía telam